Feudo del quimérico Hermes y el planeta más cercano al Sol. Mercurio es el eje de las comunicaciones y la verbalización del ser interior, es por ello que cuando le dan sus achaques y entra en retrógrado, el verbo toma un carácter viperino y acre, además de ponzoñoso. Tanto como su homónimo, del cual trata esta entrada.
El mercurio elemental o «azogue», como es comúnmente llamado en las perfumerías esotéricas, especialmente en Latinoamérica, es un producto que en la mayoría de los sitios —si no es que en todos— es ilegal, como el veneno inoloro que es. Fue usado por alquimistas árabes, heredado a los europeos y transferido a las islas caribeñas. Ahora es acompañado de voodoo, trozos de piel de serpiente y velas. Es muy difícil contaminarse con mercurio elemental, ya sea partiendo un termómetro o una bombilla ahorradora, sólo en casos de continuo contacto es que se puede correr un riesgo real de intoxicación, pasando desde simple tos hasta encías inflamadas y sangrantes. Mas, fuera de este sanguinolento escenario, es inofensivo. No debe inhalarse, claro está. Aún así, no es recomendado para manitas inexpertas, ya que sus consecuencias son bien advertidas, tanto física como espiritualmente. El mercurio elemental sólo debe ser usado en casos específicos, únicamente de ser necesario. No por capricho ni por subir tu ego alargándote la varita mágica. Es caro, es resbaladizo, se puede desperdiciar si no se tiene cuidado al cambiarlo de sitio, y por sobre todo —y que nunca se olvide—: es peligroso. Especialmente si es mezclado con amoníaco, azufre, bicarbonato de sodio, vinagre, alcohol etílico y otras sustancias.
Aún así, no debe faltar en el caldero de cualquier hechicero.
¿Para qué sirve el azogue?
Si él no te quiere, mátalo de a poquitos.
A pesar de que su servidora no es precisamente devota de los trabajos de amarre, el azogue es el ingrediente principal de estos rituales. Desde «come de aquí y de nadie más» hasta «déjala a ella y mírame a mí», y cabe decir que usamos nombres en femenino porque en la cultura de los amarres es más común sean practicados por féminas, el mercurio se utiliza para darle consistencia, poder y velocidad a un trabajo. Para darle calor, textura y hacerle pisar tierra, como decimos en el argot esotérico. Esto significa que su presencia adelanta el proceso de fermentación astral de un hechizo, donde comienza la germinación de sus efectos, que deberían ser un enamoramiento inmediato. En siete días y siete noches, o en tres días, como la agonía de quien le han puesto por travesura una capsulita en la cena. Los trabajos más extremos de amarre con azogue constan de cabello, uñas, ropa o cualquier cosa que enlace al brujo o cliente con la víctima-enamorado, y sangre menstrual, cabello, orina e incluso heces de la persona que desea ser objeto de aquella pasión obsesiva. Y esto se debe a que, lamentablemente, los trabajos de amarre no necesariamente son sinónimo de trabajos de amor. Suelen ser usados para romper relaciones, negocios, familias... Acompañado de azufre, son usados como una forma siniestra de venganza, sometiendo la voluntad del otro.
Y a veces la venganza no es justa. Mas no entremos en diatribas.
Dinero, ¡ven a mí!
Dinero, ¡ven a mí!
El azogue, así como puede quebrar la voluntad de alguien en tres días, puede cortar situaciones recursivas o ciclos kármicos. Un lado positivo de esta cápsula es que puede ser empleada en rituales de abundancia y crecimiento espiritual, como gasolina que encienda la flama de la sabiduría. Al igual que en los rituales de amarre, su función es precipitar —¡y que no se confunda esto con que es un precipitado! de ellos hablaremos en otro momento— los resultados deseados. Sirve para encandilar al ciego y limpiar la garganta del mudo, volviendo diáfana su voz. Otorga valentía, empuje y, más fácilmente dicho, dos cojones para avanzar. Es perfecto para salir de estancamientos emocionales, escapar de deudas, situaciones cíclicas, relaciones tóxicas y enfermedades crónicas. Es el elemento faltante que rompe a hachazos la rueda de la vida, sabiéndose usar. Puede hacer de ti un Midas, pero siempre piensa en las dos caras del rey antes de dejarte llevar.
Las formas de usarlo varías de brujo en brujo. Algunos lo vierten en la esperma de la vela encendida, de forma que no toque la flama. Otros la dejan bajo ésta, mezclado con azufre y precipitados. Otros simplemente lo vierten sobre alcanfor y lo queman a lo último (recordando no debe inhalarse). Cada forma es personal, de libre elección. Recordemos que los rituales no valen solamente por sus modos, sino por la lengua que los conjura. Sin ella, hasta el más elaborado altar es sólo cuatro palos y un muerto mal encaminado. Todo conjuro requiere concentración y un correcto uso de las palabras; en el mundo espiritual hay que ser directo y claro con lo que se pide, poetizar los rezos podría restarle valor a los mismos. Hay un valor estético en determinados trabajos, sin embargo, la base siempre será el intelecto.
El azogue puede ser tu mejor aliado, mas ten cuidado. Hay cosas que no pueden parar cuando comienzas. No apresures lo que ya es por sí solo algo impulsivo. Cualquier tipo de hechizo, sea defensivo u ofensivo, debe ser elaborado con la cabeza fría y sobre los hombros. No vaya a ser no vuelvas a verla ahí.